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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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20-08-2013

 

 

 


Pasaje de los Derechos Humanos

 

 

SURda

 

Opinión

Jorge Zabalza


La calmada actitud de los presentes sólo se vió interrumpida por el cerrado aplauso que recibió a la jueza Mariana Mota. Batiendo palmas y coreando consignas, una cincuentena la acompañó hasta el salón donde la Suprema Corte de Justicia la sometería al castigo. Otros nos quedamos afuera, de charla, esperando. Más tarde, Raúl Oxandabarat bajó a cerrar el portón de entrada y un grupo numeroso le expresamos que queríamos presenciar el acto, entreabrió una hoja y entramos. Por muy suprema que fuera la Corte, nadie podía negarnos el derecho  a presenciar un acto público. No fue una ocupación como informa la prensa. No llegamos al salón, quedamos en una especie de patio interior. La actitud pacífica permaneció incambiada como lo demuestran por lo menos un video y varias fotos.

Los ministros de la Corte podían haber desarrollado tranquilamente su escena ritual, tal vez lo interrumpieran algunas consignas coreadas con entusiasmo pero sin desmadre. Está claro que preferían hacerlo a escondidas para evitar ser repudiados e impedir que la Dra. Mota sintiera el apoyo de la gente. Se habrían sentido más cómodos en un cuartel pero, como parece que estamos en democracia, se vieron obligados a cuidar  las formas. Llamaron al cuerpo de choque de la policía, que formó un cordón y comenzó a empujar a la gente. Nos quisieron empujar escaleras abajo. No me gusta que me destraten. Estoy viejo y ya me destrataron mucho. Es natural que uno se resista a los empujones. Biológicamente natural. El forcejeo duró unos minutos. Después hubo cabildeos que duraron hasta que el jefe de policía nos emplazó a desalojar en cinco minutos y la gente se retiró tan pacíficamente como había entrado, se actuó muy ordenada y educadamente.  

Por qué entonces la insistencia en interrogar y la posibilidad de procesar? Está visto que no es un simple y burocrático procedimiento judicial más;  sólo se le encuentra una explicación en la existencia de alguna intencionalidad política.  Esta tardía citación forma parte de la “muralla judicial” levantada para proteger a los criminales del terrorismo de Estado, una maniobra iniciada el 15 de febrero con el traslado de la jueza Mota.  Amenazando con castigar a unos pocos se intenta desalentar  a las víctimas, los familiares, los hijos y a un mundo de gente que lucha por descubrir la verdad y  juzgar a los culpables. En febrero no se veía tan claro como hoy el objetivo real, pero los pasos dados luego de la represalia contra Mariana Mota, han dejado al desnudo las reales intenciones de la Corte, que ha asumido el rol de vanguardia política de los sectores más reaccionarios del Uruguay.

Pese a que está obligada a aplicarla, la Corte desconoció la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso Gelman . En la investigación de los crímenes contra la humanidad, dicha sentencia obliga a proceder con diligencia, de oficio si fuera necesario, sin excusas. En lugar de ello, la Suprema se da el lujo de desconocer toda la legislación que, en materia de derechos humanos,  se viene desarrollando en el campo internacional desde Nüremberg a esta parte. Casi que un golpe de Estado para encubrir y proteger a los militares y policías que asesinaron, violaron  y torturaron. Así fue que dejó en libertad a los responsables del asesinato de Horacio Ramos, pretendiendo ocultar uno de los crímenes más aberrantes en la infame historia del Penal de Libertad. Frenó además el procesamiento del general Barneix por el asesinato de Aldo Perrini. Inmoral, totalmente inmoral.

Es un cúmulo de hechos que preocupa. El Poder Ejecutivo compró un moderno sistema para espiar a los ciudadanos y no pasa nada, tampoco se reacciona cuando el ministro de defensa  se asocia a la acción cívica que instrumenta el Comando Sur  y que integra la estrategia baja intensidad de los EEUU. Pese a la dignidad de algunos fiscales y jueces y pese a declaraciones de prensa y editoriales que rechazan sus decisiones, la Corte avanza en sus propósitos sin que nadie le pare el carro. Uno tiene la sensación de que se está abonando el terreno ideológico donde podrá desarrollarse nuevamente el terrorismo de Estado. Son los actos preparatorios que van creando las condiciones propicias a un nuevo malón.

Al salir del juzgado a cargo de la Dra. Merialdo, no logro evitar la sensación de que la fiscalía puede intentar procesarnos con cualquier excusa. No sería nada raro pues  todos los días, a lo largo y ancho del mundo, se fabrican causas y sentencias en base a argumentaciones muy rebuscadas. La Suprema Corte de Justicia y quienes la acompañan perdieron toda autoridad ética y moral para juzgar a nadie, es un organismo que milita en defensa de la impunidad, sus decisiones son disparos certeros contra quienes luchan por  Verdad y Justicia. No hay garantías. Carece de imparcialidad y objetividad. Las potestades que les asigna la ley y la constitución le permiten sin embargo, actuar a voluntad y capricho.  Uno se siente indefenso frente al poder judicial. 


Jorge Zabalza

 

 


 
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